“Caja de mi corazón”, la canción inédita del Festival que le hace homenaje a este instrumento
Los instrumentos musicales, además de ser ideados por el hombre para producir sonidos considerados música, en la época actual o pasada, llevan además implícitos el signo de sentimientos estéticos, religiosos. A través de éstos los estudiosos realizan sus búsquedas, sobre las tendencias musicales, religiosas, costumbres, formas y medios de comunicación, expresiones del arte plástico y otras, vinculados estrechamente a la identidad cultural de un grupo humano.
Al abordar algunos aspectos relacionados con la caja vallenata, no podemos descartar la presencia y los aportes del africano en nuestra composición étnica y por ende en sus manifestaciones, continuidad cultural que se puso de manifiesto en variadas formas de comunicación como la música, la danza, el lenguaje y objetos vinculados a las artes, cuyos escenarios variaron desde el sitio de trabajo, el campo con los cantos de vaquería, pasando por los cabildos, los momentos de recreación, castigos, festejos, la celebración de las festividades en honor a los santos, las ofrendas a la deidad principal, un tributo a la oricha, asi como las ceremonias funerarias, eran la ocasión para celebrar un toque o para dar un tambor.
Es en la ejecución de este instrumento de percusión de la música vallenata, donde se acompasa, secunda al acordeón y se hermana con la guacharaca. Es también eterna invitación a quienes la escuchan por lo cual se le denomina “llamador”, en Cuba además es el salidor, marcador o repicado, según la función musical que realizan y los toque que lleven a cabo, en las ceremonias a las orichas, que aún perviven. Apunta además a uno de los dispositivos musicales que invitaba por este medio, para cualquier tipo de actividad tribal en algunas culturas.
En esa incitación a tocar el acordeón para enamorar y deleitar el espíritu que pretende enternecerse o, que se torne rebelde y prolongue así sus sentimientos en cualquiera de estas disyuntivas espirituales, en uno u otro sentido perennizan la degustación del noble instrumento. A pesar de que los arreglistas “neoleros” que lo sitúan en segundo, tercer y último lugar la sonoridad de la noble caja-vallenata, con lo que hoy denominan “mezcladores” apagándole su hermosísimo “rebruje”.
Sin profundizar en los aspectos de musicalidad de los instrumentos de percusión de origen africano y/o americana o europea, podríamos afirmar que los precursores de la telegrafía son de estirpe africana. A tal virtud que el sistema Morse, simbología convencional de sonidos percutidos que se traducen en letras y producen de manera literal mensajes, tienen sin lugar a dudas, carácter, ascendencia y casta de la cultura africana. En la música tropical, nos atrevemos a decir que el que más habla y es más comprendido, es la caja vallenata .
Uno de los valores que interpretan este evento musical es Rodolfo Castilla Polo, con estilo y “aguaje único”, así como Adán Montero Jiménez lo es con la guacharaca.
Decimos que el pueblo, al escuchar los sonidos rítmicos de la caja vallenata, se amontona alrededor de sus estridencias, alborotos y retumbos. Maestría heredada la de los Castilla del Señor Cirino Castilla el mayor, tátara bisznieto del iniciador de esta heredad artística Temístocles Castilla, de finales del siglo XIX. El Señor Cirino, falleció a edad de ochenta años, a causa de un ataque cardíaco, como dicen “murió en su ley”, acompañando a un concursante en el festival, en la Plaza AlfonsoLópez Pumarejo, bajo un canicular sol de mediodía, cuando las chicharras emitían fragorosos sonidos y orinaban a los transeúntes de las muchedumbres pendientes y preocupadas del sorpresivo fallecimiento del Viejo Cirino, cuyo sepelio estuvo presidido por el Gobernador de ese entonces Alfonso López Michelsen, su equipo de gobierno, los miembros de la junta directiva de la Fundación Festival Vallenato, visitantes ilustres y el conglomerado vallenato.
El pulpo de la caja vallenata. La inspiración y concentración en este delicado instrumento de percusión, es uno de los que cumple el papel de ser de los más integradores de la música vallenata, por cuanto acompasa y sigue con el acordeón el ritmo y es la alborotadora, la bullanguera, en el arte de las ejecuciones y repetimos por eso se denomina el llamador, porque incita al oído del oyente a perseguir el lugar donde se lleva a cabo la parranda o la cumbiamba como la denominaban en otros tiempos miembros de la prestidigitación.
El maestro Rodolfo Castilla Polo, caracterizado por su natural histrionismo en la ejecución de este instrumento, “lo que se hereda no se hurta”, no sólo apegado a él sino fuera del, es en su ejecución un actor delirante e inspirado, de tal manera que escucharlo es un espectáculo. Y qué diremos de sus solos de caja, con los cuales invita a quienes lo escuchan a ser actores que intervienen en la sonoridad, como en el teatro de Bertold Brecht a colectivizar su intervención, es decir actor y público actúan al unísono. De allí, de ese capacidad deriva la gran popularidad, reconocimiento y respeto singular del público.
Es de hondo calado en la música vallenata las numerosas y reconocidas grabaciones que ha hecho con famosos conjuntos, lo mismo que la permanente participación en eventos nacionales, internacionales y locales. Así como los inolvidables amaneceres en la terraza de su casa, donde con la sola caja se hacía la fiesta que era más escucha y sentimiento, a la espera de la alborada, nos arrullaba la aurora, el alba y al amanecer divisar los fulgores del Cerro Pinta´o de Villanueva, las nubes besandola Sierra Nevadade Santa Marta y el “Paisaje de sol”, de Gustavo Gutiérrez.
Rodolfo Castilla, el bisnieto de Temístocles Castilla, es espectacular en la interpretación de este instrumento, reacomoda la caja entre las piernas, la campanea y registra varias veces, la hace resonar en diversas tonalidades, con fricciones que inicia con la suavidad de la caricia, tornándose enérgicos, dinámicos, animosos, a medida que el ritmo y sus fricciones se tornan alegres y vivos.
Con un gesto muy característico, como implorando a una deidad, levanta los brazos, da un golpe seco con la mano derecha y otro con la izquierda y deja caer al tiempo sus manos callosas sobre el pleno del instrumento y entonces, “ahí fue Troya”, los gestos y manifestaciones se tornan espontáneos, abiertos, es el inicio de un ceremonial, al cual los evangelizadores formados en la pedagogía escolástica de academia dogmática, las tomaban como expresiones diabólicas, en la época precolombina y más recientes.
En este crujir, sonoridad con melodía y ritmo acompasados en diseños rítmicos traducidos en tiempos musicales, se combinan de manera que como resultado se expresan lejanos sentimientos y herencias vivas del linaje de los Castilla, pronunciados con profundo énfasis por Rodolfo Castilla Polo que no es tan evidente en esta breve descripción, sino en la irrebatible y expresiva fotografía de su persona que con su inseparable y amado instrumento musical citado, al hacer un solo de caja, mientras grababa con el cantante Jorge Oñate, pletórico de emoción, gritó ¡ Rodolfo Castilla el pulpo de la caja…!
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