Juancho Rois vive en la casa de doña Dalia

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“Han pasado tantos y tantos años y a mi ese dolor no me pasa, es un dolor en el alma, muy fuerte, que me quema por dentro”. Las palabras son de Dalia Zúñiga, la mamá del fallecido acordeonero vallenato Juan Humberto Rois Zúñiga, “Juancho”. Y es que para recordarlo ella mandó a hacer hasta un maniquí al natural, dentro de una urna de madera y cristal, vestido con la ropa que lucía el día que murió y lo colocó en la sala principal de su residencia.
Doña Dalia vive encerrada, triste y acongojada en su casa de San Juan del Cesar, La Guajira. Por ese amor materno fue que montó hace varios años una especie de museo de su hijo, que incluye la citada estatua con la que habla de vez en cuando y una serie completísima de fotos hechas al artista en tarima, en bautizos, el día de su matrimonio y algunas otras fechas especiales, que ella considera importante exponer.

Diálogos en los que le cuenta al maniquí sus cuitas y las de sus seres más queridos, entre ellos, las de su nieto Juan Humberto Rois Dereix, el único hijo que tuvo “El Conejo” Rois, fruto de su matrimono con Yenny Dereix, una monteriana con quien celebró su unión, con bombos y platillos, en unos de los clubes más exclusivos de la capital de Córdoba.
Todas las mañanas, esta mujer, que ya supera los 70 años, ora por su hijo y vela porque sus recuerdos más queridos no solo los comparta con su familia, sino también con todo aquel que se llegue a San Juan en busca de la verdadera historia de ese acordeonero.
Rois falleció en un accidente aéreo la noche del 21 de noviembre de 1995, allí también perdieron la vida otros de sus compañeros, como Pedro Monsave (piloto), Eudes Granados (técnico de acordeones) y “El  Maño” Tórres (Bajista) y sobrevivieron al siniestro José “Tito” Castilla (caja) y Jesualdo Uztariz (guacharaquero).
“Para mí, Juancho vive en ese maniquí, yo no dejo de verlo como si estuviera vivo”, dijo Dalia Zúñiga, bañada en lágrimas. “Para una madre es muy duro soportar esa pena, han pasado casi 20 años y no he dejado de sufrir”, aseveró esta mujer que tuvo a “Juancho” con el conocido personaje sanjuanero: “El negrito” Rois y que espera que algún día alcance el verdadero consuelo, “porque esto es sufrir y sufrir”.
Hoy por hoy, la estatua de Juancho luce un sombrero vueltia’o, una cadena, un llavero en su bolsillo derecho y un anillo en su mano izquierda, todo en oro. Viste camisa, mangas largas de pepitas, una fina correa y unas botas, puede decirse que llena todo el ambiente de la casa con su recuerdo.
El amor y la memoria de esta mujer por su hijo, la llevó a acondicionar uno de los cuartos como sala de exhibición de la vida y obra de este muchacho sanjuanero, cuya característica más relevante era que no paraba de sonreír y “ser muy buen amigo de sus amigos”, como dijo la mamá. “Mire que hasta muchos de ellos ni trabajaban por andar con Juancho”, agregó, con una leve sonrisa.

Doña Dalia recuerda que el día del fatídico accidente estaba en su residencia, cuando llegó su hijo José Gregorio Rois. Él intentaba localizar el número de teléfono de otro allegado, para que le confirmara si era verdad o no, lo de la muerte de Rois Zúñiga.
-”Él me preguntó por un teléfono y me causó extrañeza pues yo era la única que me comunicaba con esa persona”, dijo.
-”Yo le pregunté si pasaba algo, él se notaba nervioso, pero no quería decirme nada”, afirmó mientras volvía a llorar al recordar ese momento.
-”Al poco rato llamaron a la casa, mi hijo José habló, se quedó de una pieza”.
-¡¡¿Qué pasó?!!, le dije.
Él muchacho se quedó callado y salió. Ella hizo lo propio y se dirigió para donde una vecina. La equivocación de alguien que confundió a Doña Dalia con otra persona llevó a que la madre se enterara.
-”¡Si, Juancho murió!”
Dalia no soportó la noticia y cayó de bruces. A los pocos días pudo ver el cadáver que fue expuesto en la plaza principal de San Juan del Cesar, para luego ser enterrado en  el cementerio de ese municipio.
“Ay, Juancho, como te lloro hijo”, clamó esta mujer al cielo. “Llévame ya para acabar con estos martirios, ¡ya no puedo más!”.
El Espacio

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